
El mundo se quedó sin cuentos, sólo unos cuantos cuentos quedaron. “el tacaño”, “el viejito que embarazo a una niña de 12 años”, “el niño que cayó en el estero” así sólo “el cuento vacío” había reinado.
Sólo eso ¡había quedado!
Entonces las niñas recordaron el cuento vacío y fueron a buscarlo y en su propio interior lo encontraron.
¡Y cuando lo encontraron!
Mmm, pues él, no quería salir porque le daba vergüenza, porque no tenía nada, ni madre, ni padre, ni amigas, ni amigos, ni pasteles, ni piñatas, ni quien le preguntara, nada tenía. Ni brujas, ni princesas, ni zapatillas de cristal, ni el mago de oz, ni la bella durmiente, ni el príncipe azul, ni ricitos de oro, ni el gato con botas, ni la caperucita roja.
Era un cuento vergonzoso. Era un cuento pesado, viejo, humillado, discriminado, burlado, triste, muy ajetreado a temprana edad.
Él no quería salir, porque su mamá no tenía tiempo de acompañarlo y porque su papá está en los Estados Unidos trabajando.
Él no quería salir, porque su papá se emborrachaba y le pegaba a su mamá.
Él no quería salir, porque su papá tenía otra mujer y lo había abandonado. El no quería salir, porque su mamá sufría mucha violencia.
Él no quería salir, porque su abuelita se había muerto de cáncer. Por eso él no quería salir, porque estaba muy triste.
Él no quería salir, porque a su papá se le había olvidado todo, porque cuando era niño, él sólo trabajaba y trabajaba, y ya no podía recordar.
Él no quería salir, porque su padrastro mucho le pegaba a su mama y porque sus hermanos no lo comprendían.
Él no quería salir, porque tenía que ir a trabajar a la bananera. Él tampoco quería salir, porque había mucho chisme contra él cuando salía a caminar en la comunidad.Él no quería salir porque había mucha delincuencia en todas partes y eso le daba miedo.
Él no quería salir, porque su mamá no tenía tiempo para sentarse a platicar un ratito y porque su papá era muy estricto.
Él no quería salir, porque su mamá regresaba muy cansada del trabajo de campo y ya no podían platicar.
Él no quería salir, porque su hermanita lloraba mucho y no dejaba a su mamá contar historias. Y porque sus abuelitos vivían en otros lugares muy lejanos y los extrañaba.
Él no quería salir, porque muchas veces le pegaban en la cara y le hacía doler su corazón.
Pero ¿saben qué?
El cuento poco a poco fue recobrando todos sus sentidos su movimientos y poco a poco fue recordando lo mejor que le había sucedido.
Dijo entonces: hay algo bonito que me ha pasado, recuerdo cuando me dieron un regalo una vez, en mi cumpleaños.
Ahora recuerdo cuando celebraron mi cumpleaños y me hicieron un pastel, y me hicieron una fiesta.
Recuerdo cuando fui a otra comunidad a jugar con otros grupos y cuando mi papá me dijo, que me daba permiso para estudiar hasta donde yo quisiera.
Recuerdo cuando mi mamá y mi papá me dieron permiso para ir a los talleres de madre tierra, donde encontré a otras personas que me pueden ayudar.
¡Me gusta mucho cuando mi mama me abraza!
También cuando vi a mi papá otra vez, y mi abuelita me llevó a conocer el aeropuerto allá en Guatemala y cuando mi hermano nos manda dinero de los Estados Unidos para ayudar a mí mama y comprar la comida.
Recuerdo cuando me nombraron ¡Madrina de Madre Tierra! y cuando encontré a las compañeritas de Madre Tierra. También cuando fuimos a nuevo México al aniversario de Madre Tierra, y cuando salgo a ver los ganados en el potrero, cuando salgo a pasear y a pastorear mis borregos. También cuando mis amigas me entretienen, o cuando llegan a platicar conmigo a mi casa.
Cuando mis padres me mandan a estudiar y en la escuela nos ponen a hacer dibujos y cuando la clase es alegre.
Este cuento fue elaborado en T’tx’ootx’al ixi’n, junlajuj xjau te 2003, es una recopilación del sentir, pensar y decir de las jovencitas de siete comunidades de la costa sur de Guatemala.
Tierra del maíz, noviembre 11 de 2003.
Hecho por:
Jaqolb’e Lucrecia X. García D.